viernes, 29 de enero de 2010

Vistas Bonitas.

RIO GUADALQUIVIR.



El municipio de Sevilla está atravesado en su lado occidental, por el río Guadalquivir, en cuya cuenca hidrográfica se encuentra integrada la totalidad de su provincia. Se enclava en pleno valle del Guadalquivir, una de las tres unidades litológicas en las que se divide dicha cuenca, en uno de los últimos meandros que configura este río antes de adentrarse en la zona de marismas existente hasta su desembocadura.
El Guadalquivir es el río más largo de Andalucía y el quinto de la Península Ibérica, con un recorrido de 657 km. Es navegable a través de un tronco principal de unos 80 km de longitud, desde su desembocadura al océano Atlántico en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) hasta Sevilla, donde se halla el único puerto fluvial de España.
La parte oriental y suroriental de Sevilla está bañada por otros tres cursos fluviales, afluentes o subafluentes del Guadalquivir por su margen izquierda. El más importante de ellos es el río Guadaíra, que nace en la gaditana sierra de Pozo Amargo, discurre por el extremo sureste del término municipal y desemboca en el Guadalquivir, 20 km aguas abajo del casco urbano sevillano. Los arroyos Tagarete y Tamarguillo completan la red hidrográfica de la ciudad.
Sevilla está aproximadamente en el centro del curso bajo del Guadalquivir, que comienza a unos 90 km aguas arriba en el término de Palma del Río (Córdoba) y termina a unos 80 km aguas abajo en la desembocadura del río.
A su paso por la urbe, el río posee un caudal notable, tras haber recibido las aportaciones de todos sus grandes afluentes, entre ellos el Genil, que es su afluente más importante y confluye con él en la localidad de Palma del Río. En la estación de aforo instalada en Sevilla, el Guadalquivir registra un caudal medio de 164,3 m³/s, muy superior a los niveles alcanzados en el curso medio (68,40 km³/s, en Marmolejo, Jaén) y en el curso alto (19,80 m³/s, en el poblado de Pantano del Tranco, Jaén).
El río presenta un régimen hidrológico preferentemente pluvial, que determina fuertes variaciones de su caudal. Estas eran visibles en Sevilla, con estiajes por debajo de los 10 m³/s y crecidas de 5.000 y 9.000 m³/s, con periodos de recurrencia de 5 y 100 años respectivamente. En la actualidad, las oscilaciones han disminuido notablemente gracias a la regulación a la que está sometida toda la cuenca del río.
A la irregularidad de este régimen hidrológico se añade la ubicación de Sevilla sobre una llanura aluvial, en plena zona de inundaciones, ha condicionado históricamente el trazado urbanístico de la ciudad. El cauce natural del río ha sido modificado por infraestructuras dirigidas a prevenir las grandes avenidas. Antes de la regulación actual, las crecidas elevaban las aguas a una altura entre 7 y 10 m y las zonas más bajas de la urbe, como la Alameda de Hércules, están situadas a una cota de tan solo 4,30 m.
Las intervenciones en el cauce del río, consistentes en su mayor parte en rectificaciones cortas del cauce y en el levantamiento de diques, han provocado una reducción del curso del Guadalquivir en casi 40 km. Es el caso de las obras realizadas en el año 1950, mediante las cuales se desvió el cauce activo hacia el oeste y se construyó una dársena sobre el primitivo.
También se ha alterado la red hidrográfica municipal de la margen izquierda del Guadalquivir, conformada por los ya citados arroyos Tagarete y Tamarguillo y el río Guadaíra, igualmente caracterizados por un régimen de fuerte irregularidad. El primero tuvo una gran importancia defensiva durante la Edad Media, al delimitar por extramuros el flanco oriental de la ciudad hasta su confluencia con el Guadalquivir, cerca de la Torre del Oro. Su cauce ha sido sucesivamente modificado, alejándolo progresivamente del núcleo urbano y convirtiéndolo en un afluente directo del Tamarguillo. En el parque de Miraflores, situado al norte de Sevilla, se ha reconstruido parte del cauce original del arroyo Tagarete.
Por su parte, el Tamarguillo discurría en sentido este-oeste por la parte meridional y oriental del núcleo urbano y se canalizó desviando su cauce por el norte del centro histórico, lo que ha permitido la expansión de la ciudad hacia el este, con la creación de nuevas avenidas como la ronda del Tamarguillo, levantada sobre uno de los antiguos encauzamientos de esta corriente.





PUENTE DE ALAMILLO.



El puente del Alamillo de Sevilla (España) es un puente atirantado de pilón contrapeso que cruza el río Guadalquivir. Fue diseñado por Santiago Calatrava y terminado en 1992. Se construyó para permitir el acceso a la isla de La Cartuja, donde tuvo lugar la Expo 92 y ahora ocupa en parte sus terrenos el parque temático Isla Mágica además del centenario Monasterio de la Cartuja, de donde proviene el nombre de la isla, y el parque del Alamillo.
El primer proyecto constaba de dos puentes iguales, mirando cada uno en su dirección opuesta, pero el presupuesto no concebía el par, por lo que pudo erigirse sólo uno, construyéndose en el extremo opuesto un más convencional.
El puente consta de un único pilar que actúa de contrapeso para los 200 m del puente gracias a trece largos cables. La idea original era construir dos puentes simétricos en cada lado de la isla, pero el singular diseño del puente del Alamillo ha demostrado al final ser mucho más impactante. Un puente con diseño similar es el Sundial Bridge, también de Calatrava, terminado en 2004 en Redding (California).
El puente no tiene tirantes de retenida (solo hay tirantes a un lado de la torre) constituyendo el primer puente atirantado que no posee esta banda de tirantes de manera que no se recogen las fuerzas que reciben los tirantes de un lado de la torre con otros tirantes que estuvieran al otro lado.
En este puente tuvieron que realizarse unas cuantas actuaciones tanto en su diseño como en su ejecución que no hubieran sido necesarias si se hubiera realizado esa banda de tirantes de retenida, lo que dio lugar a un gasto muy superior al que se hubiera tenido con un puente atirantado común. Por ejemplo, se tuvo que realizar un tablero con un canto mucho mayor al que se da en los puentes atirantados.
A los pocos días de levantarse uno de los cables sufrió un pequeño incendio antes de pasar la prueba de peso. El alto del puente sirve como mirador, es conocido como "el ojo de la cabeza de caballo".

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